Aspectos y Costumbres

ASPECTO FÍSICO:

Altos , delgados, muy ágiles y ligeros en el andar, de tez oscura.

USOS Y COSTUMBRES.

Sus hábitos de vida eran semejantes a los aborígenes patagónicos, particularmente su economía.

Eran recolectores de piñones de araucaria y pinos, frutos comestibles de sabor dulce, con los cuales elaboraban pan y una bebida fermentada semejante a la chicha. También recogían los frutos de otros árboles como molles y algarrobos. Esta actividad la realizaban una vez por año, y lo que no se consumía era almacenado en silos construidos debajo de la tierra para ser utilizados en épocas de sequía o de rigurosas heladas.

Cazaban venados, ñandúes, guanacos. Estas cacerías que les demandaban caminar muchos kilómetros en terrenos no precisamente llanos, las realizaban mediante arco y flecha, boleadoras de dos bolas. Cuando se produjo su araucanización, adoptaron la lanza larga.

El cuero que obtenían de los venados y guanacos, tenía múltiples usos. Desde las construcción y la fabricación de paredes y techos de toldos, hasta prendas de vestir y recipientes para contener líquidos. Con las plumas de ñandú y otras aves, hacían hermosos adornos que acompañaban sus vestimentas.

Estaban asentados cerca de cuencas lacustres, por lo tanto sabían construir canoas de juncos; y de los Huarpes, sus vecinos mendocinos, aprendieron la técnica de la cestería.

Practicaron el comercio con sus vecinos Mapuches, y como ellos mantuvieron una durísima lucha contra los españoles.

Intercambiaban caballos por vestidos, esta práctica, conocida como trueque los relacionaba con sus vecinos aborígenes y los españoles.

VIVIENDA Y VESTIMENTA

Vivieron en toldos de cueros sostenidos por ramas. Estos toldos se situaban cerca de los bosques para tener a mano los frutos. Su vestimenta era de cuero combinado con plumas, aros de cobre o plata (imitado a los araucanos) y pintura en la cara, brazos y piernas: para indicar duelo, guerra, etc.

Comunidades

En la Provincia de Mendoza los pehuenches habitan en dos comunidades del Departamento Malargüe: Malal Pincheira y Kupan Kupalme.

Los primeros habitantes y la apropiación del territorio






El territorio pehuenche ancestral, abarcaba ambas vertientes de la cordillera de los Andes, entre Talca y Lonquimay, entre los ríos Diamante y el sector sur del río Neuquen, en el área trasandina. La presencia de pehuenches desde el río Maule hasta Chillán fue esporádica y correspondió a irrupciones de grupos que provenían desde el otro lado de la cordillera1.





Dado el sistema de gradientes altitudinales que permite el desarrollo de diversos pisos ecológicos vegetacionales, como el mallín, la pampa baja, el bosque nativo de diversas especies, las pinalerías (bosques de araucarias) y las pampas altas, los habitantes de este territorio configuraron dos espacios económicos, invernada y veranada, y en el tránsito entre ambos se desarrollan y fortalecen, hasta hoy, los elementos de su identidad y cultura2.





La invernada se encuentra en las partes bajas de fondos de valles y la veranada en las zonas altas; ambas asociadas al régimen climático anual y dependientes de la existencia o ausencia de nieves. La invernada es el espacio económico y el hábitat donde se encuentran la vivienda, los corrales, las praderas y parte del bosque nativo, correspondiendo a áreas de menor precipitación de nieve. Cuando estas comienzan a retirarse definitivamente en primavera y los animales están paridos, se inicia el ascenso a las veranadas -sectores de altura- llevando los animales a los pastos nuevos e iniciando la cosecha tardía del piñón, que corresponde al fruto no recogido en la temporada anterior y que terminó de caer en invierno.





Originariamente, los pehuenches habrían formado parte de grupos nómades recolectores cazadores de la cordillera, que habrían poseído lengua y cultura propias. Estos grupos migraban por las inmediaciones andinas de la actual provincia de Neuquén, Argentina, y posteriormente se integrarían a la población mapuche del sector occidental de la cordillera3. Sus desplazamientos continuos son entendidos también como una trashumancia, desarrollada en un espacio bien delimitado y donde cada grupo ocupaba estacionalmente ciertas localidades, transitando por ambos lados de la cordillera desde fines de la primavera hasta fines del otoño.





Se presume le existencia de vínculos étnicos con los Aónikenk [conocidos como Tehuelches] y con los habitantes no mapuches de las pampas y la Patagonia.4 Con los primeros, a pesar de ciertas hostilidades, habrían mantenido relaciones de intercambio que se mantuvieron aún después de la llegada de los europeos, ya que los Aónikenk les proporcionaban cueros para toldos, plumas, potros sin domar, a cambio de tejidos, aguardiente o ron valdiviano5.





Respecto a la organización social, la población pehuenche se habría cohesionado en torno a pequeñas bandas especializadas en la explotación del piñón y en la caza de guanacos, ñandúes y ciervos andinos. El consumo del piñón ha sido un elemento central de su cultura, que perdura hasta el presente. Este era consumido como harina con la que se hacía una especie de pan o torta; también lo comían tostado6. En la caza y la guerra, demostraban su habilidad en el manejo de la flecha y la boleadora. La adopción del caballo, a fines del siglo XVI, es crucial en las transformaciones de su estilo de vida, pasa a formar parte importante de su alimentación y les sirve como medio de transporte para extender sus desplazamientos tanto hacia el norte como al sur7 y se convierte además en un elemento central de rituales tales como el funerario, de acuerdo a las descripciones realizadas por los cronistas hispanos8.





Con los cueros de caballo, confeccionaban el toldo -vivienda de fácil construcción y transporte- que formada por una armazón hecha con varas largas de madera, cubierta con pieles de potro cosidas unas con otras para evitar la penetración de la lluvia y el frío9. A medida que pasa el tiempo y se consolida el proceso de pastorilización, las prácticas nómades que sirvieron de base a la economía de recolección comenzaron a quedar atrás, surgiendo en su lugar verdaderas aldeas10.





Las tolderías pehuenches estaban conformadas por la familia extendida que presidía el antepasado masculino de mayor edad, quien ejercía el poder en su calidad de lonko o cabeza de familia11. Se establecían, por lo general, cerca de un río o estero y mantenían sus rebaños de caballos, ovejas y vacunos pastando cerca de la toldería. Al talarse el campo y agotarse el pasto para el rebaño se trasladaban de lugar12. Estos asentamientos se asemejaban a un núcleo central con varias dependencias que giraban en torno de lo que constituía la toldería principal. “Allí vivía el jefe más prominente y era el lugar donde acudían los miembros del grupo cuando se avecinaba un malón. Siempre a la vista unos de otros, la seguridad militar parecía ser un objetivo prioritario a partir del cual se distribuían los asentamientos13.

2. Los pehuenches durante la colonia

Durante los primeros años de la invasión europea, el relativo aislamiento de la población pehuenche en la cordillera permite sólo breves contactos con el español, se verifican eso sí, tempranos encuentros con las incursiones hispanas, gracias a los descensos al valle que se hacían, fundamentalmente para establecer relaciones comerciales.

En 1550, Jerónimo de Bibar describía así las relaciones entre aquellos:

“Estos bajan a los llanos a contratar con la gente de ellos en cierto tiempo del año, porque señalado este tiempo, que es por febrero hasta fin de marzo que están derretidas las nieves y pueden salir (...) cada parcialidad sale al valle que cae donde tiene sus conocidos y amigos y huélganse este tiempo con ellos. Y traen de aquellas mantas que llaman llunques y también traen plumas de avestruces. Y de que se vuelven llevan maíz y comida de los tratos que tienen...14”

En 1575, se producen los primeros encuentros violentos al sur del río Toltén, cuando estallan las sublevaciones de huilliches y los habitantes de la cordillera, a las que se habrían sumado los pehuenches.15 Así por ejemplo, en el ataque y destrucción de la ciudad de Chillán, llevado a cabo en 1599 por grupos indígenas, existe constancia de participación pehuenche junto a otros mapuches.

Luego de la implantación del sistema de encomienda en la zona central, los pehuenches abandonan la parte occidental de la cordillera y se repliegan más al sur16, esto les permite mantener el control sobre sus recursos y tierras lejos de la ingerencia extranjera, a lo largo de todo el período colonial. Durante este tiempo, despliegan con los hispanos una relación contradictoria que fluctúa entre la alianza con los mapuches y otros indígenas en contra del dominio colonial y la colaboración, para enfrentarse a grupos indígenas enemigos.

La relación pehuenche-hispana estuvo dominada por el tráfico y comercio de ganado y otros productos. A través de asaltos y maloqueos en las haciendas, los indígenas logran controlar grandes masas de ganado que introducen a pastar en sus territorios jurisdiccionales para luego comercializarlos17.

A mediados del siglo XVII la economía colonial de Chile, cambia su centro de acción desde la minería, hacia la agricultura, destinada a proveer los yacimientos de Potosí en el alto Perú. Esto hizo incrementar la población y producción en el valle central y en la zona del Maule. Se consolidó un circuito comercial que cubría una extensa zona, desde las pampas transcordilleranas a Concepción, a través del cual los pehuenches portaban productos hacia uno y otro lado de la cordillera.

En Concepción los españoles compraban el ganado y este era acarreado al valle central para la engorda. Este ganado, junto al tasajo preparado con la sal que se traía desde las pampas, constituía el grueso de los productos exportados en esta época desde Chile al Perú. Circula además una serie de otros productos menores, los españoles se interesan por obtener pieles, ponchos y plumas de avestruz, a cambio, entregan trigo, maíz, licor, frenos, espuelas, plata y otros.

Las relaciones comerciales, no estaban exentas de conflictos, maloqueos y venganzas entre uno y otro bando. En 1657, por ejemplo, grupos pehuenches atacan las tierras del Maule, maloquean veintisiete estancias y luego extienden la incursión a las tierras de Cuyo. En esta ocasión, descubren un nuevo e importante paso cordillerano hacia las productivas estancias ubicadas al sur de Mendoza. El “Paso pehuenche” a través de la cordillera, les permite desde entonces, pasar el ganado desde Mendoza directamente hasta el Maule, sin la necesidad de llegar a Concepción. En las provincias del Maule se comenzaron a realizar ferias de intercambio, que duraban uno o dos meses, de tal forma que la activación del comercio transversal resulta decisiva para el desarrollo económico y poblacional de esta región18.

Por otra parte, los boquetes cordilleranos tenían un doble significado para los españoles, tanto como oportunidad y amenaza. Oportunidad debido a que constituían un impulso al desarrollo regional, pues gracias a ellos se generaba una “cultura de las ferias” en los diversos poblados, y amenaza, porque su control, por parte de los indígenas, abría la posibilidad a una invasión. Para este efecto, sólo se permitió el paso comercial hacia el valle por el de La Laja y Antuco y los intercambios junto al fuerte Tucapel, prohibiéndose el tránsito por otros pasos y estableciéndose cuerpos de guardia para mantenerlos cerrados19.

Por otro lado, desde mediados del siglo XVII, durante el segundo Parlamento de Quillin realizado en 1647, españoles y pehuenches acuerdan ciertas alianzas, donde los primeros se comprometen a prestar ayuda a los pehuenches en sus disputas con grupos indígenas enemigos20 y, a cambio, se invita a las misiones católicas a ingresar a tierras indígenas con fines de evangelización.

La existencia de acuerdos, parlamentos de paz y “entusiastas” invitaciones de los caciques a instalar misiones en sus tierras, no implican en absoluto que la relación entre pehuenches y españoles se hubiese consolidado pacíficamente. A lo largo del período colonial, los acuerdos se invalidan una y otra vez, cuando los caciques pehuenches generan nuevas alianzas con los mapuches, puelches o huilliches para atacar los poblados y ciudades hispanas del lado oriental y occidental de la cordillera.

Así, se lleva a cabo una nueva rebelión en 1769. Los españoles reaccionan con nuevos controles al comercio -instalan un nuevo fuerte, al costado del río Duqueco- con el fin de controlar la bajada al Valle Central -Isla de la Laja-. Una de las principales rutas que iba del valle Queuco, atravesando por Alul, la única permitida para transitar a los españoles -además de la de Antuco-. Hacia finales del siglo XVIII, se unen en el sector argentino con los huilliches, mapuches y aónikenk atacando diversas ciudades y apoderándose de miles de cabezas de ganado. Los ataques reciben una dura respuesta por parte de los españoles ubicados al otro lado de la cordillera, que los neutraliza hasta los últimos años del período colonial21.

En vísperas de la independencia, un documento fechado en 1796, señala que el butalmapu -división de tipo geográfico- pehuenche estaba formado por diez ayllarehues conocidos como Villucura, Rucalgue, Degmo, Chanco, Cura, Guayalí, Caibuyaunal, Neuquén, Dagüegue y Pino, con una población que llegaba a los 10.188 habitantes. Concentrándose en Degmo, Chanco, Cura y Guanbalí, parcialidades ubicadas en los valles y faldeos de la cordillera al sur del Bío Bio, sumando 5.097 personas. Luego se encontraban los del sector oriental con 3.424 habitantes: Caibuyaunal, Neuquén, Dagüegue y Pino. Las reducciones cercanas a Cuyo habitadas por alrededor de mil personas, y Villucura y Rucalgüe, próximas a Santa Bárbara, contaban con 1.667.

3. El orden republicano
A inicios de la República, el territorio pehuenche comprendía por ambos costados de la cordillera de los Andes -con poblamiento indígena permanente- desde Antuco hasta Lonquimay. Estaban plenamente pobladas las áreas del Valle del Queuco, Trapa Trapa y la zona del Bío Bío, entre Callaqui y Guayalí22.

Durante la independencia y la denominada “Guerra a muerte”, varía el compromiso de los distintos grupos pehuenches entre alianzas con uno y otro bando, cuando no se mantienen neutrales y alejados del conflicto.

La memoria oral de las comunidades guarda recuerdos de la participación de un contingente en la batalla de Cancha Rayada, ocasión en la que los militares de O’Higgins, habrían ido a buscar indígenas dispuestos a sumarse al ejército republicano. Los caciques de distintas comunidades afirman haber exigido en esa ocasión, que el capitán patriota se comprometiera a darles título comunitario sobre sus tierras y a fijar un límite al paso del “hombre blanco”, a lo que este accedió con un solemne apretón de manos23.

Luego de la independencia, el desorden creado por la denominada “guerra a muerte”, genera levantamientos indígenas en distintas zonas del país. Los pehuenches, en especial los del sector oriente de la cordillera se suman a las montoneras dirigidas por Antonio Bocardo y los hermanos Pincheira, que actuaban desde la cordillera del Maule al sur.

Con ellos atacaron poblados en la cuenca del Cachapoal y el Maipo y traspasaron hacia Argentina, donde “asolan las comarcas de San Luis, Bahía Blanca, Buenos Aires y Mendoza”24. Mientras que entre 1823 y 1836 se produjo una cantidad “... casi ininterrumpida de batallas y choques armados... ” 25con los chilenos.

Al parecer, esta alianza fue impulsada por los sacerdotes franciscanos, quienes temerosos de los cambios que se avecinaban, desde el monasterio instalado en Santa Bárbara, ejercían cierta presión sobre hispano-criollos e indígenas para que se opusieran al nuevo gobierno26.

La relación con los Pincheira se extiende por toda la década ’20 hasta la del ’30, durante el siglo XIX, manteniendo en estado de convulsión a la mayor parte de la población indígena de la cordillera. Sin embargo, no todos los grupos colaboran con los rebeldes, en el lado chileno de la cordillera, los militares contaron con el apoyo de las parcialidades de Antuco. Una ofensiva del general Bulnes con ayuda de pehuenches, terminó con los Pincheira en 1832; aquel se encargó de fortificar el área cordillerana para proteger a sus aliados indígenas, con el establecimiento de contingentes militares en fortines27.

4. La irrupción del Estado28

En 1852, la región del Alto Bío Bío pasó a depender administrativamente de la provincia de Arauco, cuya creación, como ya fuera señalado, constituye el primer impulso legal pro ocupación de la Araucanía. Una vez iniciadas las incursiones del ejército a territorio mapuche, los pehuenches realizan reuniones para definir las acciones a seguir, generándose entre ellos una división entre los que se aliaban con los llamados “arribanos” y los que optan por establecer la paz con el ejército. Finalmente, deciden mantener la neutralidad y fijan el compromiso en Antuco, frente al capitán Domingo Salvo29.

La razón de su neutralidad se debería al hecho de que en la práctica, la colonización no alcanzaba a llegar a la cordillera. Sin embargo, sus lazos de parentesco con los arribanos los llevaron a prestarles ayuda logística durante el conflicto, transportando animales y sirviendo de enlace con los pampas.

La situación de los indígenas del otro lado de la cordillera se hace cada vez más difícil, pues estos sufren la embestida frontal del ejército argentino. En 1880, como consecuencia de la primera fase de la “Campaña del Desierto”, catorce mil ciento setenta y dos indígenas son reducidos, hechos prisioneros o muertos30. Esto provoca la huida de los indígenas del territorio del Neuquén -picunches, pehuenches y huilliches-, los que se refugian en la cordillera y los valles del Alto Bío Bío, Antuco y Quinquen, provocando alarma entre los colonos chilenos.

Actualmente, en las comunidades aún se recuerdan los relatos sobre estos hechos:
“Cuando los corrían a los mapuches de Argentina, todos se vinieron en pelota (...) ni mantención ni una cosa trajeron y vinieron a parar acá en Menucochenque. Si cuando los corrieron de Argentina no sacaron nada, los animales los quitaron toditos, ovejas, vacas, todos los animales que tenían porque los antiguos eran ricos, en la Argentina, en Neuquen. Los acabaron, y les quemaron esos ranchos que tenían...31”.

Una parte de los pehuenches “corridos” de la Argentina, se someten al régimen legal chileno y se dedican al trabajo en los fundos colindantes a la zona. Otros, en gran número, se quedan en el Alto Bío Bío y mantienen sus hostilidades contra el ejercito argentino “destruyendo convoyes y a veces fuertes” 32. Con el ejército chileno, los enfrentamientos son más esporádicos y se dan cuando los pehuenches se suman a los levantamientos en Arauco. Es lo que ocurre en 1881, cuando trescientos pehuenches participan del ataque contra el fuerte Antuco en la orilla del Cautín.

En noviembre de 1882 y marzo de 1883 termina la fase de ocupación del Neuquén -entre los ríos Neuquén y Limay- con la “Campaña de Los Andes”. Un grupo de pehuenches se refugia en los valles de Trapa Trapa, Queuco, Guayaly y Lonquimay, entrando en varios valles fronterizos que ya se encontraban dentro de la jurisdicción chilena, donde los perseguidos son acogidos por los indígenas del lugar.

A fines de 1882, se inicia en Chile la “Expedición a la Cordillera”. El ejército chileno, se dirige al Alto Bío Bío para construir varios fuertes, adentrándose por los valles de Queuco y Callaqui. La avanzada tiene por función consolidar el proceso de ocupación de la Araucanía, de modo de evitar que los cordilleranos se unieran a la resistencia mapuche en el valle, además de contener la avanzada de tropas argentinas que venían a capturar a los fugados.

Los pehuenches de este lado, sumados a los inmigrantes de Argentina, juegan un rol importante en la consolidación de la soberanía chilena en ese territorio, hasta el punto que se producen combates del ejército argentino, contra pehuenches y chilenos unidos en un mismo bando.

En una cita extraída del diario La Marcha, de la brigada del ejército argentino, un militar relataba lo siguiente:

El 17 del corriente este jefe fue atacado en la laguna “Icalma” por unos 100 ó 150 indios y una compañía de infantería chilena. Los enemigos se presentaron al combate con bandera de parlamento, pero en disposición de combate; pues mientras los infantes chilenos hacían ondear una bandera blanca, los indios los atacaban por la retaguardia. Aleccionado con los hechos análogos que han tenido lugar en esta campaña, el comandante recibió a balazos a los que le atacaban y después de un reñidísimo combate los enemigos se retiraron al trote, dejando siete muertos en el campo, y llevando algunos heridos...”33.

Estos hechos impulsan al ejército chileno a establecer un control definitivo sobre la zona. En 1883, se realiza una nueva incursión al Alto Bío Bío, para construir nuevos fuertes y reforzar los ya existentes. Esta nueva acción significó la incorporación definitiva de los territorios ocupados por indígenas a la jurisdicción del gobierno chileno.

Para ese entonces, el mayor La Puente, a cargo de la expedición, parlamenta con los pehuenche, logrando la paz definitiva. El comandante Pascual Cid, asigna tierras a todos los indígenas venidos desde la Argentina, reconociéndoles con este gesto su calidad de “ciudadanos chilenos con plenitud de derechos”.

Para ese entonces, los particulares chilenos ya habían llegado a la zona hacía algunos años. Compradores y arrendatarios inician paulatinamente la enajenación de las tierras de uso ancestral, un proceso que en sus distintas formas, persistirá hasta nuestros días y que reduce a las comunidades a una porción escasa de su antiguo territorio. Derivando a una situación de extrema pobreza, además de impactar sustancialmente sobre sus forma de vida social y cultural.